Los robots personales, como Amazon Echo y Google Home, han recorrido un largo camino en los últimos años. Pero, fundamentalmente, siguen siendo altavoces estacionarios cuya expresión de definición es una luz que se enciende cuando hablas.
Jibo es diferente. No es solo que él -y uso el término aquí, porque así es como se refiere a sí mismo Jibo- parece sacado de una película de Pixar, con una cabeza grande y redonda y una cara que usa iconos animados para transmitir emociones. No es solo que su cuerpo gira y gira mientras habla, como si estuviera hablando con sus manos inexistentes. No es solo que él pueda reírse y bailar y voltearse hacia ti, donde sea que estés, tan pronto como dices, "Oye, Jibo". Es que, debido a todo esto, Jibo parece francamente humano de una manera que sus predecesores hacen no.